Internet de las cosas ¿un futuro más fácil?

Mucho se ha hablado últimamente sobre el llamado «Internet de las cosas» y su implicación en nuestra vida diaria.

¿Qué es el Internet de las Cosas?

El internet de las cosas es la traducción al castellano del concepto en inglés «Internet of things», también reconocido por su abreviatura «IoT», y hace referencia a la conexión digital de objetos u cosas cotidianas con internet.

La forma más sencilla de entender el concepto Internet de las Cosas es con ejemplos.

El ejemplo quizás más fácil, por existir actualmente y que empezamos a verlo como un instrumento tecnológico necesario para la vida diaria, como lo pueda ser el teléfono móvil,  es el del reloj inteligente o «smartwatch»; un reloj que es capaz, entre otras cosas, de medir la tensión de la persona que lo lleva, controlar sus constantes vitales, lo que ha caminado en un día o las calorías que ha consumido y, en función de eso, poder hacerle recomendaciones.

Otro de los ejemplos más utilizados es el de la nevera ¿qué pasaría si nuestra nevera estuviera conectada a internet? pues que podría avisarnos de la caducidad de los productos, de la necesidad de comprar algún producto que se ha acabado o, incluso, de hacernos la lista de la compra en función de nuestros gustos, necesidades, compras habituales, etc.

¿Y si el carrito de la compra del supermercado también estuviera conectado de forma digital? Pues probablemente, al colocar los productos en su interior el carrito podría decirnos cosas como: cuánto llevamos gastado, qué productos están de oferta, incluso podríamos introducir nuestra lista de la compra y podría optimizarla, entre otras cosas.

Todos estos ejemplos que acabo de exponer, claramente, suponen una mejora en nuestra vida diaria. Nos facilitarían muchas de las tareas con las que actualmente perdemos mucho tiempo, tiempo del que, dada la sociedad en la que vivimos, tampoco vamos sobrados.

Pero hay otros ejemplos que podrían no resultar tan favorables.

¿Qué ocurriría si mediante un sistema tecnológico como un reloj, una pulsera o un colgante, pudiera almacenarse todo nuestro historial clínico y pudiera tener acceso a él cualquier clínica u hospital? Entiendo que en este caso, podrá ser favorable su uso o desfavorable según en la situación en la que nos encontremos.

Imaginemos que llevamos puesto uno de esos sistemas y nos desmayamos en una zona poco transitada. El sistema sería muy útil porque inmediatamente alertaría a los servicios sanitarios de la ubicación exacta donde se encuentra el paciente para que vinieran a buscarlo y trasladarlo a un hospital y, teniendo acceso a ese supuesto sistema, sabrían, además, cosas como: su identidad, el grupo sanguíneo, antecedentes, alergias…esto, en una situación así, agiliza mucho los trámites médicos y permite al centro hospitalario ser más eficaz y evitar varias pruebas médicas, llegando a salvarse probablemente muchas vidas, pero ¿qué ocurriría si ese sistema es utilizado para otorgarme o no una cobertura sanitaria? Aquí ya no nos haría tanta gracia que tuviesen tanta información sobre nosotros, por no decir toda.

¿Qué pasa si la información almacenada sobre nosotros en un dispositivo es utilizada para darnos o no un puesto de trabajo?

Y como estas, podríamos realizar muchísimas más preguntas.

El Internet de las Cosas vs Privacidad

Es evidente que conectar digitalmente cosas cotidianas que utilizamos diariamente nos hace la vida más fácil o, cómo mínimo, supone un ahorro de tiempo en hacer gestiones, ahora bien, desde mi punto de vista, no todo son ventajas y es que todo tiene un precio y, en este caso, se trata de nuestra privacidad.

Que todo lo que nos rodea acabe estando conectado digitalmente, supone una pérdida absoluta o prácticamente absoluta del control de nuestra privacidad.

Así, los sistemas podrán almacenar donde estamos, con quién, qué comemos, dónde lo comemos… evidentemente, que esta información se almacene es decisión nuestra. Nosotros elegimos almacenarla por diferentes motivos (recuerdos, recibir recomendaciones, recibir alertas…), pero debemos tener en cuenta y claro cuál es el precio que vamos a pagar por ello y si estamos dispuestos a hacerlo o donde están los límites.